viernes, 15 de abril de 2016

El edificio del señor R


  Las estrellas ya casi no llegaban a brillar sobre la soledad de aquella madrugada. Desde lejos la luna decoraba un cuadro góspel que lograba disfrazarse entre los infinitos rascacielos del puro estilo gótico, al igual que la iglesia que se hallaba frente al parque, la cual daba una imagen sensorial legendaria, dueña de una gran admiración a su majestuosidad que deleitaba la retina. Sin dudas un fotograma de esos que merecen ser recordados por el resto de la vida, con el sólo fin de contarla como mucho más que una gran anécdota a los nietos y nuevas generaciones. Esa sería una gran definición de la mentalidad del jefe de Crack Records que con su importante empresa que lideraba el mercado musical veía tal cual paraíso el ambiente que le rodeaba.

   Entre tanto mambo descriptivo tal cual sombra sorpresiva de esas que no sienten para nada el oscurecer de aquella maravillosa y épica figura momentánea que el interlocutor percibe en esta jauría de oraciones, rompiendo bruscamente con esa armonía del cuadro como quien rompe el silencio sepulcral… aparecía en escena un molesto ruido que de repente se emitía desde un aparato exactamente a las tres de la mañana.

  Sabrán queridos aficionados que esa era la hora en que habitualmente solía sonar la alarma en el departamento del señor R. es decir, en el viejo departamento que pertenecía a un desgastado y clásico edificio fiel estilo Santiago Centro; que por aquel momento de su vida tenía la suerte de estar ubicado en la calle San Francisco al 930.

   Allí la encargada del lugar, la tía Vanessa tenía una criada que la acompañaba con las tareas, puesto que la madre de la señorita Belén se encontraba estudiando y le faltaba poco para que se recibiera como ingeniera en sonido, nada más ni nada menos que en Estados Unidos. Como verán éste fue un válido motivo de que la señorita Belén sirviera de buena compañía a la encargada gracias a la fraterna relación que unía a la señora Mabel con la tía Vanessa.

  Aparentemente la tía Vanessa fue quien había dado la orden de que la señorita Belén tuviera la tarea de entrar a la habitación, apagar la alarma y despertar al señor R. Esto obviamente solo era permitido por motivos de íntima confianza que existía entre ellos, ya que ambos estrechaban una relación de mucho tiempo atrás, cosa que no todos sabían en el edificio.

  La señorita acostumbraba a dejarle panecillos de manteca, bizcochitos de queso, medialunas, un actimel y por supuesto su café con leche. El señor R. comenzaba su jornada laboral muy temprano para aprovechar las horas del día de la mejor manera.

  Trataba de alimentarse bien, hacer todas las comidas y así habitualmente solía ingresar a las 5,15 am al gimnasio. Su personal trainner lo esperaba para ejercitar su cuerpo y una hora después tomaba un baño, se preparaba para llegar impecable a su oficina a las 7 en punto para reunirse con el concejo directivo a debatir presupuestos de videoclips de raperos, discos y giras.

  Otro punto importante a debatir aquella jornada fue la clara ventaja que llevaban ante Kapivara Records, en la tarea de fichar a un emcee correntino que ya tenía un disco bajo el brazo y que debía presentarse para negociar el costo: Life in Chile era “El disco”.

    Más allá de la descripción punto por punto de dicha reunión de la cual resultaría uno de los discos sudamericanos que pasaría a encabezar el top ten de las discografías de Rap durante el último año.

  Para ser muy breve, se juntaron el Túpac y el Notorius Big de Paraguay (Deeflow y O-sosa), el Pete Rock de Ñuñoa (con pasado en España, Estados Unidos, Argentina, Paraguay y Chile: Dr. Joint) el Lionel Messi de Corrientes y Alexis Sánchez de la Florida (Efedos y One Lifeh) más un fichaje estrella de Lanús (Mantra).

  Esa es la explicación más corta en cuanto a cómo estaba configurado ese material. Se podría continuar pero quedaría resto de la historia pendiente así que vayamos al grano.

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