Esto sucedió en la jungla de cemento de Morriña, en donde las personas que acostumbraban visitarla, sólo lo hacían durante la época invernal que se caracterizaba por matices grises y lúgubres cabañas que rodeaban el prestigioso lago de la ciudad, que para esa temporada yacía congelado y envuelto en una gran capa de hielo.
Grandes bailarines, patinadores, alpinistas e incluso pintores y artistas de todo tipo se veían atraídos por la nostalgia del lugar y la mística de su gente. Así fue como Gloria, una reconocida artista en su país, decidió viajar al extranjero en busca de nuevas expectativas e inspiraciones para su nuevo trabajo, que necesitaba una profunda renovación.
Entre los lugareños se había creado una gran expectativa, preparaban fiestas y reuniones en los mejores bares de la ciudad, donde los músicos atraían su curiosidad y admiración. Nadie quería perderse nada, como en las otras épocas del año la localidad permanecía casi desocupada, todos disfrutaban de las grandes individualidades que agasajaban la urbe.
Una noche nevada y muy fría, en su acontecimiento especial del hotel más importante dónde sólo la elite de la sociedad y los invitados de lujo podían asistir, Gloria expuso sus obras más recientes, las cuales expresaban rasgos característicos de Morriña, que había pintado desde su estadía. Allí se encontraron también otros artistas extranjeros con los personajes de la metrópoli. Aquella velada acabaría con la presentación de Fama, el cantante local más reconocido y popular. La gente siempre quedaba maravillada por su voz su gran carisma que terminaba convenciendo hasta a los tímpanos más críticos. La señorita Vanderland fue una espectadora más en aquel show tan encantador, en dónde el solista arrasó con la multitud y todos disfrutaron de su música porque con cada nota afinada él supo cómo tocar los corazones de los oyentes.
Después de aquella noche, ella halló en él su mayor inspiración, aquel tan ansiado amor que tanto anduvo buscando y dio un vuelco profundo a su manera de pintar. Sólo podía imaginar a su intérprete favorito entonando esa dulce melodía que la llenaba de armonía y serenidad, la hacía sentir plena por dentro y conmovía sus sentidos, su cuerpo, su alma, su razón y su espíritu. Escuchaba su compacto unas veces a la mañana y otras tantas antes de dormir para poder soñarlo en las madrugadas.
Pintó paisajes nevados, árboles congelados, cabañas con chimeneas humeantes, alpinistas y esquiadores en cerros repletos de nieve. Pintó cuadros enteros, collages de su perro llamado Ilusión, todo con un toque muy especial, un profundo contraste entre la iluminación y la oscuridad, sentimientos plasmados como la melancolía, la añoranza, la tristeza y la nostalgia.
Cada vez que se ponía frente a un lienzo era porque algo muy bello sería producido. Ella escuchó todos los álbumes de Fama, creía que la hacían sentir cerca de él y en cada óleo le expresaba de manera disimulada su mayor secreto, que al corazón aceleraba y de emoción la estremecía.
Muchas veces se lo cruzó, pero nunca tuvo el valor de comunicarle su amor y la necesidad de su presencia. Aunque él también la observaba en silencio y sigilo, con su mirada más seductora y fascinante.
Ambos tenían una amiga en común, una joven patinadora muy talentosa que los domingos por la tarde se convertía en asistente de la artista. Se llamaba Soledad y también era oriunda de Morriña, conoció a la melancólica autora en la producción de uno de sus cuadros junto al lago congelado. Ella fue la encargada de promocionar con afiches y publicidades las obras de su amiga, así fue como una tarde en un bar situado en el centro de la ciudad, se cruzó con su amigo a quien le tocaba presentarse esa misma noche.
De esta manera sucedió que “Patinando en el lago” deslumbró los ojos del cantor, le produjo por dentro una explosión de colores, una revolución de emociones, sentimientos, sensaciones. Identificó cosas desconocidas desde hacía un tiempo y las calificó con la palabra amor.
No pasó mucho tiempo cuando Fama había sacado a la venta su nuevo disco titulado “Amor en silencio” y se había desligado totalmente de su ex pareja millonaria Tristeza, con la que se encontraba en crisis los últimos meses. En sus líricas se podían reflejar una innovación total, con dedicatorias a una sola mujer, y había dejado de cantar a las demás personas.
Una tarde mientras Gloria pintaba un fresco en la pared de su casa con la radio prendida, se pudo escuchar al locutor presentando el nuevo material del orgullo Morriñense, el sencillo “Sueño de amor”. De inmediato se identificó con esa letra y no pudo evitar sentirse muy susceptible, así que en ese preciso momento supo que él sentía lo mismo.
Cuando ya casi se acercaba la primavera, bailarines, artistas y todas las demás personas amigas decidieron organizar una fiesta por el cumpleaños de la queridísima Soledad. Mucha gente participó, hubo bebidas, tortas, pasteles, postres y demás delicias, y para cerrar la fiesta, el show de Fama presentando su nuevo disco.
Mientras duró la presentación de esa virtuosa voz, el intérprete no la apartó de su vista ni un instante, y las damas que presenciaron el acto se habían sentido suspicaces y celosas. Hubo una cierta disconformidad con el cantante, muchas mujeres empezaron a desprestigiarlo, y la elite de la ciudad le dio la espalda, fue un blanco fácil para críticos y fans decepcionados y otros envidiosos.
Fama se quedó hasta tarde en compañía de su amiga Soledad, muy deprimido por la negación del público y muy preocupado de lo que pensaría esa tan bella, dulce y extravagante pintora que permanecía entre los últimos invitados y seres cercanos.
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